Sobrevivió milagrosamente al ataque de al menos dos rottweilers y un dogo. «Me tironeaban a mordiscones en brazos y piernas, me mordieron la cabeza. Parecía un trapito» contó.
«Mi mujer se enojó, porque no quería que saliera con una noche así, pero uno es responsable y no quiere fallarle a los clientes», comenzó narrando la víctima, quien actualmente se encuentra internado en la sala de Traumatología del hospital «San Martín».
Contó que «pasé por ese lugar (inmediaciones de calles José Hernández y Alberdi) donde hay un portón grande y no vi nada, pero habré caminado unos metros más y sonó un trueno y ahí alcancé a ver que salían unos perros enormes».
Contó que, «al menos, alcancé a ver a dos rottweilers y un dogo que se me vinieron encima y no pude hacer nada. Después se me abalanzaron otros dos? cinco en total, pero ya no estaba en condición de ver qué tipo de perros eran», recordó Ramón.
«Me tironeaban a mordiscones en los brazos y piernas. Me mordieron la cabeza y yo parecía un trapito, me arrastraban para donde querían por toda la calle», expresó el canillita.
«A esa hora, plena madrugada, no había mucha gente para ayudarme, pero los que alcanzaron a ver lo que estaba pasando no podían tampoco hacer mucho, iban a caer como yo. Pero igual, un hombre que me conoce, que junto a otros les tiraba con lo que encontraban a los perros, con botellas, con piedras, no logró ni distraerlos. Entonces se subió al auto y les tiró el auto encima, en una maniobra desesperada porque me aflojaran de morder», detalló.
«Era tanta la desesperación, que entre las personas que llegaban para intentar sacarme los perros que me estaban destrozando los brazos había un hombre que estaba en calzoncillos, que al parecer se despertó con los gritos y no reparó ni en vestirse para ayudar. Yo ya no podía ver casi nada, estaba bañado en sangre, me caía sangre en la cara, por todo el cuerpo, estaba en un solo temblor», contó.
Con evidentes dentelladas en los hombros, en la espalda, en las piernas, más de 30 puntos de sutura en la cabeza y por sobre todo, heridas graves en ambos brazos, Ramón ocupa una cama en la sala general del «San Martín», provisto de un suero, medicación acorde a la patología y sugerencia de reposo por algunas semanas.
«Pensé que no salía, es verdad eso que dicen que en un momento así te pasa toda la vida por delante en un segundo. Puedo asegurar que volví de la muerte… volví a nacer. Cuando me trajeron al hospital, apenas me empezaron a asistir, levantaron mi brazo izquierdo y a través de la carne desgarrada se podía mirar hacia el otro lado. Se me cortaron ligamentos y nervios y en dos dedos perdí la movilidad, me quedaron tiesos», afirmó.