Una familia de escasos recursos ocupó el lugar donde se levantaría el Estadio Único de Paraná, uno de los anuncios más pomposos de la gestión Urribarri. Tres años después, la obra ni siquiera comenzó.
En el frente, hay un cartel que dice: “Vivero Municipal. Escuela Granja. Paraná Rumbo al Bicentenario”.
Al lado, una tranquera, y en la tranquera, otro cartel. “Vivero”, dice.
Del otro lado de la tranquera, hay un arbolado, ropa tendida, una casona antigua que, se sospecha, aloja gente viviendo ahí.
No es una casa de familia: es una propiedad municipal intrusada.
Esto, donde hay ropa tendida, árboles altísimos, la certeza de que vive una familia intrusada, es la exEscuela Granja Municipal, cerrada en 2012 por decisión de la intendenta Blanca Osuna.
Se cerró para dar paso a un sueño grandilocuente del gobernador Sergio Urribarri: construir allí el Estadio Único.
Casi tres años después de ese anuncio, no hay nada.
El 7 de junio de 2012, el Concejo Deliberante de Paraná aprobó la Ordenanza N° 9012, promulgada por Decreto N° 870 del 11 de junio, que supuso la disolución de la Escuela Granja, en la zona del Brete, y se destinó ese terreno, 54 hectáreas, para la construcción del Estadio Único.
El jueves 21 de junio de 2012, el gobernador Urribarri presentó el proyecto en el Teatro con una gran puesta en escena. “Hoy se empieza a hacer realidad el sueño del estadio”, dijo.
El Poder Ejecutivo previó invertir en esa obra un total de 1.057.936.000 pesos, en tres etapas: en el ejercicio actual se ejecutarán hasta 407.008.000 pesos, en el ejercicio 2014 un desembolso de 467.173.000 pesos y el resto en 2015, unos 183.755.000 pesos.
Pero nada se hizo. Nada.
Aunque la ordenanza de transferencia del predio a la Provincia fue con una cláusula gatillo: la obra debía iniciarse en un plazo de 42 meses, caso contrario esos terrenos deberían regresar al dominio del municipio.
Ya empezó la cuenta regresiva. En junio de 2012, se cumplirán 36 meses.
Pero nadie se acuerda del Estadio Único.
Y la Escuela Granja sigue intrusada.
La vieja casona donde funcionó, una construcción del siglo XIX, que perteneció al Coronel Bernardino Ramírez, tiene ahora otro uso.
La escuela comenzó en mayo de 1992. La intención, en ese momento, consistía en crear un espacio alternativo para adolescentes que por diferentes motivos se encontraran fuera del sistema educativo y socio-económico. Luego, Julio Solanas, en su segundo Gobierno (2003-2007), redobló la apuesta y amplió el programa de la Escuela Granja “haciéndolo no solo de interés educativo, social, sino también productivo, ecológico y turístico”, se lee en la ordenanza 8.553.
Tanto entusiasmo fue correspondido por la Nación: en 2004 la institución recibió un aporte de 182.114,04 pesos, en carácter de subsidio no reintegrable para adquirir materiales para instalar cuatro invernaderos aptos para cultivos hortícolas y alternativos, un tambo, 30 colmenares con su respectivo centro de extracción y envase del producto, dos gallineros, la compra de 35 árboles frutales para su plantación en el predio, colocación de gas envasado y adecuación de la instalación de energía eléctrica en todo el predio.
De todo eso, ahora no queda nada: sólo un cartel mentiroso que señala que ahí, en ese predio abandona, funciona la Escuela Granja.
Una escuela que la intendenta Blanca Osuna disolvió.