Juan Martín Morales hizo aquello que se observa en películas viejas o dibujos animados de otra época: limó los barrotes de la reja de la celda donde se encontraba detenido, en la Delegación Concordia de la Policía Federal Argentina. Salió a la calle y se fugó con destino incierto en una moto conducida por una mujer que lo esperaba a la vuelta.