El 25 de marzo de 1979, sus habitantes sufrían «los sacrificios de una mudanza» hacia una ciudad nueva, desconocida aún. Llevaron con ellos, en nutrida caravana, a la Virgen y al Busto del Padre de la Patria.
Relocalizada por el anegamiento generado por la Represa de Salto Grande, Federación se convirtió en la más moderna de las ciudades entrerrianas y una de las más nuevas del país.
En 1973 se había encomendado al Instituto Autárquico de Planeamiento y Vivienda (IAPV) para determinar el lugar y planificar el nuevo emplazamiento de la ciudad de Federación.
Con el inicio de las obras de la represa de Salto Grande, un nuevo traslado era inminente, ya que el gran embalse inundaría gran parte de la ciudad.
Mediante un plebiscito llevado a cabo el 12 de octubre de 1974, donde votaron los mayores de 16 años, se eligió el nuevo lugar para la construcción de la ciudad. La mayoría optó por el paraje denominado «La Virgen», junto al arroyo homónimo.
Después de marzo de 1976, el gobierno Militar creó el COPRESAG (Consejo para la Región de Salto Grande) que tendría por función la construcción y realojamiento de la población de Federación. Así se planifica y se construye la ciudad sobre la base de un diseño que acompaña las irregularidades del borde del lago, a donde llegan todas sus calles. Estas son anchas, tipo avenidas. Una calle principal recorre tres centros: cívico, cultural y turístico.
El 20 de abril de 1977 se colocó la piedra fundamental y se inició la construcción de 998 casas. Luego se agregan 17 más, totalizando 1015, todas de acuerdo a los cuatro modelos standard que se habían diseñado. Se levantan también 93 locales comerciales.
El 25 de marzo de 1979 llevaron a cabo la mudanza hacia la ciudad nueva, desconocida aún por sus propios habitantes.
«Alegres se irán los jóvenes y tristes se irán los viejos», dice la canción Adiós vieja Federación.
Por aquellos días, nadie la pasó bien con el traslado. De un pueblo de casas grandes, lleno de árboles y de pájaros, pasaron a un lugar que no estaba terminado, con mucho cemento y poco verde.
Pero los 38 años no han pasado en vano. La nueva ciudad, gracias al espíritu de su gente, logró desarrollarse, al punto de convertirse en uno de los grandes atractivos turísticos termales del país.